jueves, 5 de octubre de 2023

Los textos que Kafka no escribió...

 ... y si los escribió se perdieron


Hace unos días una de mis librerías habituales de Granada —El Tiempo Perdido— puso a la entrada una caja de madera con libros a mitad de precio. Entre varias cosas de interés mis dedos se fueron directamente a un lomo de la editorial Acantilado. Y efectivamente, ese era el libro que iba a comprar: ¿Es este Kafka? 99 hallazgos, de Reiner Stach.




Entre anécdotas simpáticas y casi intrascendentes y curiosidades literarias, lo que más intensamente me atrapó se refiere a escritos que Kafka escribió o debió escribir y nunca fueron hallados, o quizá escritos que nunca escribió pero podría haber escrito, en particular, escritos no explícitamente "literarios" (por llamarlos de alguna forma aunque con unas prudentes comillas de complicidad con los lectores de Kafka).

En abril de 1918 Kafka escribió unas tercera carta a su padre que conocemos por los comentarios de una prima y amiga de Ottla que a su vez era empleada de Herman Kafka. Al contrario que las dos cartas conocidas y publicadas, parece ser que esta sí que la leyó el destinatario.

En enero de ese mismo año, Kafka le contó a Oskar Baum el argumento para un relato que no llegó a escribir --o al menos no se ha conservado-- y que trataba sobre un círculo de personas que se reunen sin que nadie sea invitado.

Un año antes, el 10 de abril de 1917 un tal Sigfried Wolf escribió una carta a Kafka explicándole que había regalado La Transformación a su prima y que ésta no había entendido la historia así que se la dió a leer a su madre que a su vez tampoco se enteró del asunto y se la dió a leer a su otra prima que tampoco. Todas las lectoras le pidieron una ecplicación de la historia al señor Wolf que, puesto que tampoco la había entendido, se dirigió por carta a Kafka ya que consideró que su reputación estaba en juego. No sabemos si recibió respuesta.

Una de las anécdotas más contadas sobre Kafka es la de la "muñeca viajera". Según Dora Diamant —la quinta compañera de Kafka— nuestro autor escribió una buena cantidad de cartas a una niña que había perdido su muñeca y a la que dijo que en realidad se había ido de viaje. Eso fue entre septiembre del 23 y marzo del 24 en los últimos meses de vida de Kafka. A pesar de los esfuerzos no se consiguió dar con la destinataria de las cartas ni mucho menos con las cartas mismas. 

Las únicas palabras que tenemos la certeza de que Kafka tenía intención de escribir pero nunca escribió son las que hubieran completado su última carta. Kafka murió literalmente escribiendo y se conserva esa últimna carta interrumpida en la que Dora escribió: "Le quito la carta de las manos. De todas formas ha sido un gran logro. Solo unas líneas más que, por sui insistencia, parecen ser muy importantes". Y más abajo, Otla escribe: Escrito el lunes 2.6.1924, muerto 3.6.1924.


lunes, 2 de octubre de 2023

Lecturas de El Segundo río (2)


La primera entrega de El Segundo Río, El Manuscrito de Apolonio, tiene un largo recorrido desde que escribí los primeros textos en 1980. Y desde entonces ha ido reuniendo un puñado de lectores, personas cercanas que han tenido la paciencia y casi diría el arrojo de dedicar su tiempo a leer esas páginas paridas con placer y dolor que me han acompañado casi toda mi vida.

En algunos casos, esas personas me han hecho llegar sus comentarios sobre la experiencia de su lectura, palabras de apoyo o simplemente impresiones de un viaje que cada cual ha vivido a su manera.

Voy a continuar compartiendo fragmentos de esos mensajes que quizá animen a otros lectores a emprender ese viaje ahora que tras un duro y minucioso trabajo de corrección la novela está disponible públicamente.





Se hace difícil dirigirse así, sin conocerse en persona, e intentar expresar con palabras lo que nos hace vivir un libro, máxime cuando se trata de un libro como el tuyo que denota tanto trabajo interior y exterior, y un proceloso camino donde se van destilando poco a poco emociones, intenciones y pensamiento. Es tu mirada y son tus ojos los que se esconden sin duda detrás de unos personajes construidos con intensidad, esmero y casi podría decirse cierto dolor.

No sé realmente qué puedo decirte: si hablar de las influencias que gratamente traslucen tras la narrativa, o ahondar en el estilo denso a veces que rezuma entre las letras, con el que vas envolviendo al lector y sumergiéndolo poco a poco en la compleja trama, como si de unas arenas movedizas se tratase; no sé si tratar de la visión socio-política que parece subyacer en los planteamientos basales, si quedarme en una disección de la técnica fríamente hablando a través de la cual impregnas lentamente en el ánimo sensaciones y sentimientos.

Sin duda no soy el más indicado para hablar de todo ello en tanto en cuanto soy un simple lector "de la calle" y ni por formación ni erudición tengo potestad para defender mucho más allá mis impresiones, quién sabe si solo intuiciones.

Supongo que es mejor comenzar por decirte que me ha gustado mucho el libro a pesar de encontrar tramos donde se hace digestión más dura su lectura. También me es obligado advertirte que quizá en gran parte haya disfrutado con él al tratarse de una forma de escribir que me resulta cercana a mi forma de pensar, de ver ciertas cosas, de expresarlas. Tu libro para mí necesita de una segunda lectura en un futuro para poder interiorizar más aspectos sutiles que solo se pueden percibir con claridad cuando uno ya ha pasado por una lectura más avanzada.

Angustia. Confusión. Opresión, Dolor. Desasosiego. Oscuridad. Incógnita. Estupor. Ominosidad. Desesperanza. Búsqueda. Miedo. Son las palabras sombrías que están marcando todo el texto, la historia y la narración. Las que enmarcan un misterio, las que señalan los días de casi todos los personajes. Las que definen el espectro abominable e inasible que rodean y construyen el universo que describes. Y no están todas. El Horror. Recordemos a Coppola. Recordemos a Conrad.

Luz. Devoción. Escritura. Fe. Amistad. Búsqueda. Amor. Tesón. Esmero. Lucha. Mar. Fuerza. Son algunas de las que iluminan en breves destellos el texto permitiéndonos tomar aire, continuar vivos en el infierno, y a pesar de todo, e incluso como una ilusión pasajera, ser felices. Tampoco están todas: Leer.

Son dos ejercicios en cierto modo inútiles los que acabo de esbozar ya que siempre el tintero arroja más, ya que segundos más tarde siempre aparece otra más adecuada. Existe una constante desde la primera página y que conduces hasta el final, y es la sensación de persecución, del enemigo desconocido, del futuro incierto. 

No sé si has tenido la oportunidad de ver una película, Titus, altamente recomendable, impactante. Pues su banda sonora (Elliot Goldenthal) por momentos pareciera la más indicada a tu libro. Y por cierto la escucho de fondo ahora.

He visto trazas y aromas a escritores que aprecio mucho (en mi modesta ignorancia, ojalá fuese un entendido), entre ellos te citaría a Borges (sí, San Borges) y a otro ser celeste, Cortázar, y quizás a alguno más que no tengo base para sustentar. 

No quiero alargarme mucho más por no abusar de tu tiempo, aunque los avatares de Apolonio, Démades, Dinarco y los otros meritan de profundas disecciones.

Pero la noche avanza y la cerveza comienza a hacer mella.

Continuaremos hablando si tenemos ocasión. Un saludo y un abrazo.

Alejandro, 2008.