martes, 24 de junio de 2025

Recordar a Sabato es recordar la Escritura K

Día de San Juan. Noche de San Juan. Noche de brujas. Cumpleaños de Sabato. Hoy hubieran sido 114 años si no hicieran 14 de su marcha.

Recordar a Sabato es recordar la Escritura K, y eso supone pensar en la tarea que me había propuesto: Fados de la Ciudad Blanca... una última revisión para ofrecer mi novela más querida.



Por enésima vez recuerdo a Sabato un 23 de junio, y me recuerdo a mí mismo con 19 años leyendo por primera vez Sobre Héroes y Tumbas después de que Miguel Teruel, nuestro profesor de literatura al que debemos tanto, nos descubriera a los novelistas del Boom y llenara nuestras vidas.

La tarde que abrí las páginas del libro en su edición de Seix Barral con la estatua de piedra semienterrada y me encontré con Alejandra, aquel ser sufriente bajo el que respiraba Sabato, escribiendo sobre el dolor y la oscuridad, sobre la complejidad del mundo y la esperanza de una vida en la que por un instante se pudiera conocer el amor...

Aquella tarde me vi atrapado en Martin para siempre y caminé las calles de Buenos Aires buscando mi propia sombra y sin saber cómo ni por qué acabé igualmente encerrado en el oscuro laberinto subterráneo de los ciegos, un laberinto que —lo supe más tarde— estaba poblado de libros que a su vez estaban poblados de seres bondadosos y malditos.

Mi viuda fue la noche, y en la noche descubrí la Escritura K, la escritura que te exige hasta la extenuación, la escritura que no te concede un solo instante de reposo, la escritura que te estruja y te hace vomitar hasta que todas las historias que te torturan acaban dejando un vacío que luchas por llenar.

sábado, 10 de mayo de 2025

¿Sueñan los androides-K con ser personajes de Vila-Matas?



Escribo el segundo día de Apagón a sabiendas de que no es necesario porque nuestras mentes están conectadas.

Escribo aquí, en el cuaderno que compré durante mi última visita al Chiado de la Ciudad Blanca, aquí en la Carrera de la Virgen de las Angustias, en Granada, aquí, en las primeras páginas de Canon de Cámara Oscura.

Hay que dividirse al menos en dos para poder leer la novela de Vila-Matas, y uno de esos dos debería conocer a fondo el mundo virtual de los androides al que constantemente Vidal hace referencias cruzadas y del que extrae más y más narradores que se entreveran con los de este mundo, con los de su gabinete heredado y con los que va encontrando en su deambular kafkiano por los subterráneos de la Cámara Oscura.

Hay que vivir dos vidas para perderse y encontrarse en los libros de Enrique Vila-Matas.

Leídas todas sus novelas y no-novelas, el lector obsesivo se propone una tarea: escribir los libros falsos de Vila-Matas, todos esos libros que aparecen en sus novelas inclasificables y que en realidad no existen sino que constituyen un canon invisible, ni siquiera desviado, sino decididamente ficticio.

El lector obsesivo sabe desde el principio que esa tarea es ingente, casi inabarcable, pero aún así su determinación se mantiene.

El método empleado para detectar los falsos libros no puede ser más falto de originalidad aunque sobradamente eficaz: todo título desconocido es introducido en el buscador de la Red, acompañado o por separado del nombre del autor. Las probabilidades de que un libro exista en el mundo real y no haya rastro suyo en el virtual son tan extraordinariamente escasas que el lector obsesivo calcula que como máximo podría colarse un título de la lista definitiva de los falsos libros que piensa escribir, un libro que constituiría el único ejemplo de título realmente existente dado por falso y escrito en este caso por segunda vez.

El problema es que para cuando el lector obsesivo termina de escribir los falsos libros —que de alguna manera podrían calificarse ya de “verdaderos” puesto que existen en la realidad aunque su contenido pueda variar más o menos del que Vila-Matas imaginó cuando fue desgranando sus títulos y autores— se anuncia la publicación de otra novela —o quizá no-novela— del prolífico autor barcelonés en la que por supuesto se podrá rastrear una cierta cantidad de nuevos falsos libros.

Al lector obsesivo le resulta cada vez más difícil mantener el ritmo de Vila-Matas y acabar de escribir todos los libros falsos contenidos en cada libro antes de que el Caballero de la Orden del Finnegans publique el siguiente. Así que un día, tras un intenso trabajo con la herramienta en línea de exploración y búsqueda mediante satélite y partiendo de ciertos detalles encontrados en las entrevistas concedidas con motivo de su última publicación, el lector obsesivo logra la localización exacta de la cafetería en la que Vila-Matas toma su café mañanero a solas y se presenta para proponerle un trato, un plan de jubilación literaria que además le permitirá escapar definitivamente a la brigada caza androides pero continuar disfrutando del subidón de adrenalina que acompaña el espectáculo de tus libros llenando los escaparates de las librerías.

A partir de ahora, el lector obsesivo escribirá los libros que firmará Enrique Vila-Matas y que incluirán su correspondiente ración de libros falsos que Vila-Matas le regalará con la condición de que no los escriba jamás puesto que la verdadera esencia de su escritura son esos libros no escritos, esos libros inexistentes que marcan una ruta aún por descifrar y que el lector obsesivo estaba destruyendo, haciéndola desaparecer.

A partir de ahora nunca sabremos si los libros de Vila-Matas son falsos porque los escribe el lector obsesivo o son falsos porque el propio lector obsesivo es parte de su escritura. En cualquiera de los dos casos, los falsos libros serán los más verdaderos.


Todos esos libros se perderán... como lágrimas en la lluvia.


Jesús García Blanca
https://kefet.blogspot.com/

domingo, 19 de enero de 2025

Requiem


hay gente que no debería morir nunca
o al menos vivir siete vidas más que el resto 
porque nos regalan siete veces más 
porque nos inspiran setecientas veces más
porque nos salvan siete mil veces del hastío
porque distorsionan siete millones de veces
la realidad lo que creemos la realidad
lo que ellos saben muy bien que no es la realidad
lo que únicamente ellos son capaces de trasmitir
en guiones laberínticos
en pesadillas descarnadas
entre acordes de rotunda emotividad
hay gente que no debería morir nunca
una de esas personas era David Lynch