Ahondo con mi mirada en las aguas que siguen corriendo por el lecho profundo de los genios malditos.
Así termina el capitulo final de Cantos de Otoño, la lúgubre novela de Ruy Cámara sobre Isidore Ducasse. Un capitulo magistral, un cierre perfecto, complejo en la forma, en ese juego infernal de miradas, de perspectivas, en esa Voz que narra y se narra a sí misma, en la Mirada que salta aquí y allá para mostrar y para hacernos conscientes de que muestra.
Y lleno de melancolía y oscuridad en el fondo, en los últimos latidos de una historia amarga, intensa, maligna. La historia de quien concibió Los cantos de Maldoror que arrancan con esta advertencia:
Quiera el cielo que el lector animoso y momentáneamente tan feroz como lo que lee, encuentre sin desorientarse su camino abrupto y salvaje a través de las ciénagas desoladas de estas páginas sombrías y rebosantes de veneno; pues, a no ser que aplique a su lectura una lógica rigurosa y una tensión espiritual equivalente por lo menos a su desconfianza, las emanaciones mortíferas de este libro impregnarán su alma, igual que el agua impregna el azúcar. No es aconsejable para todos leer las páginas que seguirán; solamente a algunos les será dado saborear sin riesgo este fruto amargo. Por lo tanto, alma tímida, antes de penetrar más en semejantes landas inexploradas, dirige tus pasos hacia atrás y no hacia adelante. Escucha bien lo que te digo: dirige tus pasos hacia atrás y no hacia adelante.
Yo, naturalmente, desoí su recomendación, y ello a pesar de que casi me considero un alma tímida.
Cada cual que decida si la tiene o no presente.
No diré más.
miércoles, 31 de mayo de 2017
domingo, 7 de mayo de 2017
Noche y día para el Conde de Lautremont
Llegaron los Cantos de Lautremont.
Una cubierta rojo sangre con una representación calidoscópica de una gárgola demoníaca. Se trata de la mítica traducción de Aldo Pellegrini publicada por primera vez en Buenos Aires en 1964. La edición que tengo en mis manos es de la Editorial Argonauta, cuarta de 1986.
Un libro peculiar, con enormes números de página y un dragón en el lomo como insignia editorial. Pero lo más extraño es que el copyright original de Pellegrini es de 1964 y sin embargo el de la traducción pertenece a la Editorial Argonauta Buenos Aires / Barcelona, 1978, que es el año de la segunda edición del libro y primera en Barcelona.
Hay libros que te mueven a buscar respuestas sin siquiera empezar a leerlos, desde los créditos de edición. Será un complemento perfecto para los Cantos de Otoño, de Ruy Cámara, también sombríos, tan retorcidos en su lucidez para trasladarnos a los años y lugares de este escritor sin igual.
Una cubierta rojo sangre con una representación calidoscópica de una gárgola demoníaca. Se trata de la mítica traducción de Aldo Pellegrini publicada por primera vez en Buenos Aires en 1964. La edición que tengo en mis manos es de la Editorial Argonauta, cuarta de 1986.
Un libro peculiar, con enormes números de página y un dragón en el lomo como insignia editorial. Pero lo más extraño es que el copyright original de Pellegrini es de 1964 y sin embargo el de la traducción pertenece a la Editorial Argonauta Buenos Aires / Barcelona, 1978, que es el año de la segunda edición del libro y primera en Barcelona.
Hay libros que te mueven a buscar respuestas sin siquiera empezar a leerlos, desde los créditos de edición. Será un complemento perfecto para los Cantos de Otoño, de Ruy Cámara, también sombríos, tan retorcidos en su lucidez para trasladarnos a los años y lugares de este escritor sin igual.
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Fuimos es demasiada gente
Tras una breve estancia en el México barroco de Fuimos es mucha gente, de María Luisa Mendoza, cuyo abigarrado lenguaje casi anula la fuerza de las historias que quiere contar, inicio los Cantos de Maldoror durante mis tiempos de lectura diurna, reservando los Cantos de Otoño -la sombría biografía de Isidore Ducasse- para la noche.
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