viernes, 15 de septiembre de 2023

La pereza del lector


No sé cuanto tiempo lleva esta entrada en la categoría de "borrador".

Ni cuantas veces la he abierto para añadir títulos y actualizar una lista sin comentario alguno.

Ahora que he llegado a un límite, a un autor que no me deja seguir esta dinámica porque le debo demasiado como para pasar sobre él de puntillas consignando solo un título, me propongo cerrar definitivamente tanta pereza y publicar la entrada.

Tras mi relectura del boom recogida en una entrada del 5 de enero de 2021 fui alternando mis lecturas de batalla con las novelas que paso a consignar:


Cegador 2

La Línea del horizonte

El tiempo envejece deprisa

Nocturno hindú

Viaje a Oriente 

Cegador 2

Las puertas de la percepción

Una casa para siempre

Mac y su contratiempo

Kassel no invita a la lógica

El reino: Un hombre, Klaus Klump

El reino: La máquina de Joseph Walser

El reino: Jerusalén

Un crimen japonés

La más recóndita memoria de los hombres

Grafomaquia

El quincornio

Montevideo



Dejando aparte las decepciones: los libros de Palol y el crimen japonés de Guebel, todas han sido lecturas suculentas, en particular Montevideo, una de las mejores novelas de Vila-Matas a la que he dedicado otra entrada reciente.

Quede la lista como constancia de lecturas. Cierro aquí y abro nueva entrada para Kafka.


domingo, 13 de agosto de 2023

Montevideo no invita a la lógica


Junto al café, el último libro de Vila-Matas: Montevideo. ¿Por qué hay ciudades que suenan a Vila-Matas? ¿Por qué siento ese abismo que provoca el universo Vila-Matas y que me atrapa desde sus imposturas, fingimientos, metaverdades, ficciones reales y falsas realidades? Una vez abres un libro suyo quedas fascinado por esos personajes que pueden ser y no ser el propio Vila-Matas, o por esos otros que pueden estar o no estar en la Wikipedia pero que cruzan sus novelas con aire de realidad, o al menos con un qué más da si existen o no y dónde y cuándo…




Imposible saber si uno ha leído ya o no el libro de Vila-Matas que tiene entre sus manos. El juego fenomenal de confusión en el que uno se adentra cuando decide leer a Vila-Matas hace empresa imposible distinguir una novela de otra, una impostura de otra, un laberinto de otro —o diferentes zonas dentro del mismo laberinto. Así que da igual si uno compra dos veces el mismo libro o se trata de dos libros diferentes. A esto añaden cierta inquietud las diferentes ediciones de un mismo libro, por no hablar de las entrevistas en las que Vila-Matas mezcla realidad y ficción hasta dejar estas palabras colgando del abismo del significado vacío.


Llevo cuatro días leyendo Montevideo con la extraña sensación de haberlo leído ya, cosa totalmente imposible por varias razones, entre ellas, que no había comprado este libro hasta el 20 de mayo, hace cuatro días. Pero entonces… y teniendo en cuenta que el asunto no se menciona en la contraportada del libro, ¿cómo he establecido la relación entre este libro, Cortázar, su cuento en el hotel y la habitación…?


Vuelvo atrás en las pocas decenas de páginas leídas y no hay ninguna mención del asunto. He pensado que quizá había leído una entrevista con Vila-Matas en la que explicaba la anécdota de Cortázar y su cuento La puerta condenada, del libro Final de juego. Pero tras mucho buscar en la red no he dado con esa entrevista, si es que existe.


He pensado que Vila-Matas podía haber contado la anécdota en su prólogo a los cuentos de Sergio Pitol publicados por Anagrama y que yo había adquirido en una de las pocas librerías de viejo que van quedando en Granada y leído muy recientemente: negativo; allí no hay nada que aluda a Montevideo, a los hoteles misteriosos ni al cuento de Cortazar. Y eso que era un lugar enormemente apropiado para ello.


Teniendo en cuenta que desde hace casi un año mi biblioteca está guardada en cajas de cartón almacenadas en un trastero, sigo leyendo Montevideo tratando de precisar si el texto me suena, si he leído antes la novela de Vila-Matas y la he comprado por segunda vez sin recordarlo…


Vuelvo al dejavú  con Vila-Matas: hoy es Macedonio Fernández y su Museo de la Novela de la Antigua. ¿Me lo había topado antes en otro lugar? ¿En otro libro de Vila-Matas? ¿O verdaderamente estoy leyendo Montevideo por segunda vez sin saberlo, sin recordarlo, o recordando retazos, detalles, sobre todo autores?


Atrapado en la sexta tendencia narrativa, esa que Vila-Matas confiesa no acertar a encontrar: la de los escritores que quieren abarcar no un todo, sino el todo, y se ven impelidos a luchar día tras día con la angustia que supone hacerlo sabiendo o sospechando que no se puede hacer pero tampoco se puede dejar de hacer.


Nada. No paro de buscar una solución al enigma y no hay forma: tendré que ir al trastero.


Sigo sin saber si ya había leído Montevideo y eso que he avanzado otro buen puñado de decenas de páginas. Creo que las alusiones que me resultan repetitivas podrían estar en otro libro de Vila-Matas. En alguno de los tres últimos que he leído: Mac y su contratiempo, Kessel no invita a la lógica y Esta bruma insensata. Así que decido hacer un listado sistemático que pueda facilitarme la búsqueda: Herzog, Calvino, Tabuchi, Hardwick y sus noches insomnes, Melville, Junger, Margaret Moore, Pla, Macedonio Fernández, Walter, Kafka, Joyce, Sterne, Bolaño… casi todos, como se ve, habituales de Vila-Matas. Pero Cortázar y su cuento no aparecen por ningún lado.


Ayer fui por fin al trastero y después de mucho esfuerzo, logré localizar la caja que ostenta la etiqueta Lit Esp V-M escrita con rotulador grueso azul. Estaba cerca del suelo con una pila de cajas por encima. Finalmente, con fuertes dolores de espalda logré extraerla y abrirla. Fui sacando apresuradamente los libros de Vila-Matas entremezclados con otros autores de la V pero también de la T, como Torrente Ballester. Allí parecía estar todo lo que recuerdo que tengo de Vila-Matas y no apareció por ninguna parte Montevideo, de modo que la opción de haberlo comprado dos veces era ya un callejón sin salida así que decidí llevarme los últimos libros que había leído de Vila-Matas para explorar otra de las posibilidades: que la anécdota de Cortazar —y quizá otras menciones que me sonaban repetidas— estuviese ya anunciada en alguno de esos libros. Así que puse en mi mochila el Kessel, el Mac y la bruma insensata. Y ya de paso decidí llevarme para releer Perder teorías —que parecía conectado de modo aún desconocido con lo que estaba sucediendo— y mi primer libro de Vila-Matas, El viaje vertical por el puro gusto de retornar.


Resulta que Raymond Roussel aparece mencionado en la bruma, motivo suficiente para que yo lo buscara en google y apareciera su libro Locus Solus. Esto deja zanjado uno de los dejavus de Montevideo y abre la puerta al resto…


Hoy he leído un párrafo clarificador y misterioso al mismo tiempo en la página 105 de Montevideo. Escribe Vila-Matas: “Pensé: de volver un día a escribir, mi libro trataría de un asunto invisible. El lector notaría que el asunto yo jamás lo perdía de vista, pero no me extendía sobre él, más bien lo daría por sobreentendido y por indescriptible, y ni lo nombraría, dejando que planeara sobre los lectores, que sobrevolara el núcleo duro del asunto, tan invisible, pero tan presente todo el rato, precisamente por indescriptible”.


Conforme avanzaba en estas palabras me hacía más consciente de que Vila-Matas las había escrito para quienes como yo se habían visto tan atrapados por la lectura de su última novela que parecían —parecíamos— haber perdido completamente el norte. Y esas palabras, por decirlo así, nos devolvían la cordura, un clavo al que agarrarnos: había un asunto invisible del que trataría su libro, invisible por indescriptible… y cuatro páginas después coloca en cursiva nada menos que estas palabras clarificadoramente cortazarianas: “tomó mi habitación”. Que la anécdota de Cortázar y la habitación inexistente tras la puerta condenada eran la clave de este nuevo libro de Vila-Matas ya no ofrecía dudas, pero todo ello no solucionaba el problema de partida: ¿dónde había leído yo esa anécdota de la mano de Vila-Matas? ¿Y dónde el resto de anécdotas que resonaban en mi cabeza: la novela de Macedonio Fernández o el libro Noches insomnes de Hardwick, dando por resuelta la última y menos significativa: Raymond Roussell y su libro Locus Solus, y descartando un puñado de autores tan recurrentes en los escritos de Vila-Matas que no cabía incluirlos en la liste misteriosa de Montevideo: Kafka, Tabuchi, Joyce, Walter. Bolaño, Stern…


Me sirven el café y abro el libro de Vila-Matas para leer estupefacto estas palabras: “Hay un cuento formidable de Julio Cortázar en el que el cuarto de al lado de una habitación de hotel juerga un papel fundamental. Es “La puerta condenada”, pertenece tanto al mundo de la ficción como al mundo real, y tiene como escenario la ciudad de Montevideo, en Uruguay”.


Estoy en la página 115, en el arranque de la tercera parte titulada precisamente Montevideo. Cierro el libro y miro por la ventana para comprobar que no estoy en un sueño deslucido y vuelvo a abrirlo para encontrarme con las mismas palabras. Para empezar queda claro por qué no encontraba la mención de Cortázar y su cuento: aún no había llegado a ella. Pero eso supone abandonarme sin protección al mundo cortazariano de la mano de Vila-Matas.


Llevo varios días buscando en Montevideo algo que aún no había leído pero que estaba convencido de haber leído… por segunda vez. Segunda lectura que no podía remitirme a una primera puesto que aún no se había producido. De los otros dejavus textuales —Macedonio Fernández, Raymond Roussel y Elizabeth Hardwick— ya tenía resuelto uno y probablemente podría resolver los otros dos si perseveraba en la búsqueda que me había propuesto revisando hoja por hoja las tres últimas novelas recuperadas del trastero. Pero el asunto Cortázar es radicalmente diferente: para empezar porque esa anécdota es central en la novela, pero además, y a diferencia de los otros tres casos, no he localizado la segunda aparición en las páginas que ya había leído, sino que, con evidente desafío de la lógica me lo acababa de encontrar en la página 115.




Avanzo por Montevideo, la tercera parte de la novela Montevideo mientras Vila-Matas va desgranando su investigación sobre ese cuarto quizá inexistente tras la puerta condenada del cuento de Cortázar y yo continúo investigando cómo me encontré con esa historia por primera vez y cómo sucedió que me convencí de haberla encontrado por segunda vez en una página aún no leída de su novela. Lo que parece fuera de toda duda —si es que efectivamente puede existir algo así— es que tanto Vila-Matas como yo estamos atrapados en un cuarto tomado, es decir, un cuarto aledaño a lo real en el que no me sorprendería encontrar también a Cortázar y, por qué no, a Bioy Casares.


Se cuenta, y lo cuenta el propio Bioy Casares que Cortázar y él escribieron casi casi el mismo cuento. Eran personalidades opuestas, lo que no impidió que a decir de ambos mantuvieran una intensa relación de amistad. Pero la amistad por sí misma no puede explicar que los dos escribieran el mismo cuento, o mejor dicho, que los dos se propusieran dar cuenta del fenómeno de las habitaciones situadas en los límites de la realidad, y lo hicieran mediante historias casi idénticas.


Anoche, mi búsqueda sistemática dio resultado otra vez: Raymond Roussel y su libro Locus Solus aparecen en el Kassel no invita a la lógica, y Macedonio Fernández en el Mac y su contratiempo.


Acompaño a Vila-Matas en su visita a los subterráneos del antiguo Hotel Cervantes, ahora llamado El Resplandor, como la película de Kubrick que transcurre en un hotel con una habitación misteriosa y terrorífica. La idea en principio es averiguar algo más sobre la habitación 104 aunque de momento lo único que el gerente nos dice es que no recuerda el paso de Cortázar por el hotel aunque sí el de otros huéspedes famosos que por cierto también se quejaron de ruidos inexplicables en habitaciones contiguas a las que ocupaban sin poder precisar si esta última era o no la 104.


Ayer, mi investigación en la red sobre los dos cuentos coincidentes y misteriosamente idénticos de Cortázar y Bioy, obtuvo como resultado una explicación bastante prosaica ya que lejos de haber sido escritos al mismo tiempo —que es la impresión que daban algunos al contarlo incluyendo al propio Bioy Casares— se escribieron con mucho tiempo entre ambos. Bioy escribió el suyo años después, de modo que la sombra del plagio planea sobre él.


Mientras Vilas-Matas se dejaba arrastrar por la fascinación de lo invisible, de lo inexistente quién sabe dónde y luchaba valientemente contra los Presuntos que querían a todas luces enloquecerlo o al menos confundirlo en torno a las andanzas de Cortázar en Montevideo, yo continué buscando entre líneas la explicación a tanto dislate intertextual temiendo acabar como el protagonista de la novelista de Melville mirando siempre una pared vacía. “Preferiría no acabar así”, me dije a mi mismo o a Vila-Matas que al fin y al cabo era quien decidía los destinos en las inmediaciones de este territorio cortazariano.


En la novela —concretamente al final de la tercera parte— Vila-Matas consigue adentrarse en la habitación 206 —de sus pesquisas en la gerencia pudo deducir que la habitación correcta no era la 104 sino la 205, de modo que la habitación condenada, sellada, olvidada o inexistente debía ser la 206. Tras desafiar la oscuridad, no puede evitar retroceder para tomar distancia siguiendo un consejo de su amiga Margaret Moore cuando, situado en el centro de la habitación se topa con una “robusta, inmensa, repugnante” araña de unos 15 centímetros con sus cuatro pares de patas.


Me estremezco en esa página 165 con el libro entre las manos y la tentación de cerrarlo de golpe y soltarlo en la mesa por miedo a que el “artrópodo repugnante” salte de entre sus páginas a mis manos.


Mi araña había hecho su repugnante aparición unos días antes de comprar Montevideo. Me había levantado de madrugada y caminado en medio de la oscuridad hasta el baño muy levemente iluminado por la lucecita blanca que pusimos en el único enchufe junto al lavabo. Mirando sin gafas en la semioscuridad abrí la tapa del water y enseguida, como afectada por m i gesto o por la levísima luz, apareció la araña, negra, de unos 15 centímetros con cuatro pares de patas negras que chapoteaban en el agua y en seguida, nerviosamente, volvió a sumergirse mientras yo daba un paso atrás, no tanto para tomar distancia, sino empujado por la monstruosidad.


Durante los días que siguieron, me pregunté una y otra vez si aquello había sido un sueño, una alucinación o un puro ejercicio de imaginación perturbadora que desde muy pequeños me hacía ver toda clase de criaturas extrañas en la oscuridad. Esperaba con tensión incontenible volver a ver la araña cada vez que iba al baño, pero al leer Montevideo comprendí que eso no sucedería, que la araña negra no volvería porque tras recorrer incontables alcantarillas y oscuras tuberías  subterráneas, había quedado encerrada por dentro en una habitación única perdida en un cuento de Cortázar.


Próximo al final de la novela, las palabras de Vila-Matas me han transportado a dos recuerdos de esos que dejan la estela tanto tiempo que puedes revisitarlos durante años. Y los dos están relacionados aunque de formas bien diferentes con Rimbaud a quien leí cuando yo tenía la misma edad que el poeta maldito cuando escribió sus versos llenos de pasión.


El más antiguo es el Pont des Arts donde Vila-Matas vio al propio Rimbaud cuando estaba en pleno ataque del Síndrome de los Virtuosos de la Suspensión, y yo vi una pareja de enamorados que se tapaba con un paraguas no por esconder sus besos sino por la lluvia que caía aquella noche sobre París, cuando recorrí parte de la orilla izquierda del Sena en pleno Síndrome de los afectados por la Sexta Casilla de Vila-Matas.


Es posible —lo pienso ahora con la ventaja de los años y de haber leído a Vila-Matas— que aquel joven tras el paraguas fuese Rimbaud buscando inspiración. O quizá no, quizá era una de las incontables parejas de amantes parisinos que buscaba refugio por miedo a quedarse encerrados en una habitación oscura del París de Cortázar.


El otro recuerdo es en realidad un fotomontaje que reúne dos imágenes, dos portadas de libro en realidad: la de Bartleby el escribiente en edición de Bruguera que encontré en Jerez en 1985, y la de Bartleby y compañía que compré años después, cuando ya me había dejado atrapar por el shandy barcelonés gracias al viaje vertical que me regaló mi mujer —que tenía por costumbre para mi solaz regalar no libros sino escritores.



Todo se conecta. Como si Cortázar lo hubiera planeado así. O mejor dicho, como si lo hubiese improvisado en clave Be bop. Qué horror: entrar en la escritura y comprobar que ya no puedes regresar. Escribir es entonces —como hubiera podido decir Kafka, o Cortázar hablando de Kafka, o Vila-Matas hablando de Cortázar hablando de Kafka, o Bartleby sin hablar de ninguno de ellos— la suma de los intentos de retorno… desde un punto del que no se puede regresar. De ahí que Rimbaud dejara de escribir tan joven y envejeciera solo en la imaginación de Le Clezio, o de Vila-Matas hablando de Le Clezio. 


Lo adictivo de sus libros —de Vila-Matas, no de Le Clezio— al menos desde Virtuosos de la Suspensión, es que puesto que nunca estás seguro de si lo que cuenta es realidad o ficción, por mucho que consultes la Wiki, termina creando una telaraña de personajes y sucesos ambiguos que pueblan la imaginación del que lee y relee y relee sin librarse de la sensación de atravesar una puerta, otra puerta, otra puerta… hasta cuándo… o hasta dónde…


Jesús García Blanca
Contacto: keffet@gmail.com


jueves, 27 de julio de 2023

PH en la noche de brujas





Aquí, en el café Peregrino, en el corazón del casco viejo de Pamplona, mientras ella descansa en la furgona que es ahora nuestro hogar, recordando una vez más la noche de emociones encendidas en el claustro del antiguo convento de Santa Chiara, en Piacenza.


Tras un rato de espera y discursos de presentación, PH camina rodeando las butacas alineadas en el patio del claustro y sube al escenario sosteniendo la guitarra en una mano y un puñado de hojas sueltas en la otra. Ella y yo nos apretamos las manos y cruzamos una mirada que recoge tantas cosas que hemos hablado sobre este momento…


PH suelta la guitarra y se sienta al piano de cola que ha presidido con su majestuosa figura el rato de espera. Permanece inmóvil apenas unos instantes y a continuación posa sus dedos sobre las teclas: el tiempo se rompe y mis ojos estallan.


Siete días antes, el 16 de junio, sentado en la terraza del café Limette, en Friburg, yo había escrito: “PH sale lentamente de la oscuridad y tras unos pasos se sienta ante el piano: suenan las primeras notas, las que había imaginado como arranque entre el lirismo y el misterio de una noche mágica: My room”…


Y en los días que siguieron volví a describir el comienzo del concierto con ese mismo tema. Lo escuchaba, veía sus manos interpretándolo, sentía esas primeras notas, esas palabras iniciales: “Sear… ching for diamonds in the sulphur mine… leaning on props which are rotten”…


Así que ese momento inicial, ese arranque de la noche con PH al escuchar esas notas, esas palabras de uno de los discos emblemáticos de Van Der Graaf, provocó en mí un desgarro por la confirmación de mi certeza y por el cruce de emociones por lo que ello significaba.


“Dreams, hopes and promises… promises… promises…”


Después, un Just good friends aún más melancólico que el de Love songs y otro impacto que me impulsó a agarrarme a ella para sentir su piel entre el frescor del rectángulo de piedras y andamios: Easy to slip away…


Y así, una hora y tres cuartos en un recorrido nada sistemático de esos cincuenta años de creación, más bien parecía que cada tema le sugería el siguiente, como enlace o como contraste, o siguiendo quién sabe qué itinerario emocional hecho de recuerdos o de retos o de imaginación desbordada: The mercy, The descent; el cambio ritual a la guitarra: un The Comet particularmente violento, los susurros de Shingle song, la solidez de Comfortable, el frágil lirismo de Ophelia, un Modern rotundamente agresivo, la delicadeza de Patient y el retorno al piano: A way out hasta lo más profundo, A better time, la nota de optimismo sin medida, Stranger still con un final de gritos estremecedores, Your time starts now y el final con Train time…


Se levanta. Da las gracias sonriendo y baja poco menos que a la carrera para huir del escenario agarrándose la nuca con las manos, con toda seguridad agotado, como diría Sabato, habiéndose vaciado de casi todo. Casi, porque aún quedaba un maelstrom final.


Ella y yo nos habíamos levantado con los aplausos finales de Train time y corrido hacia el fondo, donde el camino del escenario, flanqueado por cuerdas, lleva a las escaleras y la puerta de los improvisados camerinos. PH se detiene en el umbral, parece desconcertado, abrumado por los aplausos.


A pedido de la gente, el organizador del acto sube hasta el micrófono y llama: “Peter Hammill”. PH se detiene, se da la vuelta y camina de nuevo hasta el escenario. Se sienta al piano, levanta las manos, cierra los ojos: ahí ya lo sé; sé lo que va a tocar. Transcurren todavía unos momentos. La abrazo por detrás; los dos de pie, paralizados, estremecidos cuando suenan esas primeras notas y esa voz… “North was somewhere years ago and cold”…


Noche de San Juan. Noche de Sabato y las brujas. Noche de PH.


Los hados me han concedido escuchar la canción más emotiva del mundo del modo más intenso e inolvidable: abrazado a ella en la penumbra veraniega de ese convento en ruinas bañado de luces irreales que transforman los muros… “west is refugees home”… cada interpretación de Refugees es única, pero esta vez no solo añade matices a la entonación, a ciertas sílabas, a ciertos pausas o toques del piano, también introduce un cambio casi imperceptible pero lleno de belleza e intensidad en la letra, y en lugar de decir “but we’ll be happy on our own”, dice: “trying to be happy on our own”… lo intentaremos Peter…


Se levanta. Recoge sus partituras y su guitarra. Baja del escenario, esta vez muy despacio, y se marcha solo entre la penumbra donde lo abordo, aprieto su delgado brazo que saluda con las partituras desordenadas: “Thank you very much for all those years”. Asiente. Sube a saltos las escaleras y desaparece tras la puerta.


martes, 21 de marzo de 2023

Jesús García Blanca publica la Trilogía 1977


Las primeras palabras de esta trilogía fueron escritas durante el verano de 1984 en busca de respuestas a los misterios de la niñez.

Desde entonces, la Trilogía 1977 ha ido desarrollándose abarcando más y más recuerdos que se entrelazan con las historias de tres inventores geniales y malditos: Nicéphore Niepce que consiguió realizar la primera fotografía de la historia, Charles Cros inventor de un artefacto para grabar y reproducir sonidos y Agustín Le Prince, autor de la primera película conocida.




En la primera entrega, El Fondo de la Luz, el relato revela escenas casi olvidadas de la infancia del autor, palabras que no entendía, pesadillas que lo acosaban…

Al interrogar a sus familiares sin conseguir respuestas se convenció de que algo había sucedido en su familia y comenzó a buscar pistas en las viejas fotografías guardadas en su casa.

Con los años, esa investigación sin resultados se sumó a la atracción por la fotografía y por la historia de su invención.

En la segunda entrega, Las Escrituras de la Noche, las voces narrativas se disgregan en perspectivas diferentes y el autor recupera su relación obsesiva con la música, viaja al pasado para encontrar al poeta maldito que inventó el paleófono, y a un futuro inquietante en el corazón de la Ciudad Libre… una mezcla de emociones concentradas en el mágico, nebuloso y caótico 1977.

La tercera y última entrega, Las Últimas Preguntas, tiene el cine como eje argumental. Los interrogantes retornan, se retuercen, se abren para volver al pasado y llevar a cabo la búsqueda final en las profundidades de la InterZona, el territorio de la memoria y la imaginación.

La Trilogía 1977 resulta ser así un laberinto trazado en la mente de su autor por el que vagan sus descendientes buscando —por encima de sus contradicciones, sus errores, sus extravagancias— dar un sentido a su legado.


JESÚS GARCÍA BLANCA Maestro durante treinta años e investigador social entre 1994 y 2022. Es autor de cinco libros —en castellano, catalán, italiano y francés— en los que analiza las relaciones de poder en los campos de la salud, la educación y la ecología. Y ha publicado cientos de artículos sobre estos temas en Discovery DSalud, Ekintza Zuzena, Tu Bebé, Mente Sana, y Cuerpomente, entre otras. En 2022 retomó sus proyectos literarios y ha publicado las novelas: El Manuscrito de Apolonio, primera entrega de El Segundo Río, y Redención, arranque de la Trilogía de la Ciudad Blanca.



Primera entrega: El Fondo de la luz. 131 pp.
Segunda entrega: Las Escrituras de la Noche. 270 pp.
Tercera entrega: Las Últimas Preguntas. 273 pp.



miércoles, 29 de junio de 2022

Lecturas de El Segundo Río...

La primera entrega de El Segundo Río, El Manuscrito de Apolonio, tiene un largo recorrido desde que escribí los primeros textos en 1980. Y desde entonces ha ido reuniendo un puñado de lectores, personas cercanas que han tenido la paciencia y casi diría el arrojo de dedicar su tiempo a leer esas páginas paridas con placer y dolor que me han acompañado casi toda mi vida.

En algunos casos, esas personas me han hecho llegar sus comentarios sobre la experiencia de su lectura, palabras de apoyo o simplemente impresiones de un viaje que cada cual ha vivido a su manera.

Voy a compartir fragmentos de esos mensajes que quizá animen a otros lectores a emprender ese viaje ahora que tras un duro y minucioso trabajo de corrección la novela está disponible públicamente.



Dado que todos los días tengo que viajar dos horas ida y dos horas vuelta para ir y venir del trabajo, he vuelto a coger tu novela para hacer una segunda lectura [...]. Estoy disfrutando como una bellaca en esta nueva lectura [...] Hasta me he apuntado algunas de las recetas que salen porque me apetece comerlas.

Algunas ideas, comentarios, palabras... sin orden. Me parece fantástica la forma en que has construido la novela. [...] Cada vez que descubro cómo un trozo encaja con otro anterior, me produce como un "regusto" porque me encanta esa forma de contar una historia, esa forma de ir dejando abiertas ciertas partes para luego retomarlas. Tú mismo lo defines en este trozo: "sin tiempo, con una especie de simultaneidad infinitamente diversificada, multiplicada o soñada, como si los acontecimientos de toda mi vida, pero especialmente estos que aún me atormentan, fueran unos hijos de otros, unos creados por otros, pero no en el sentido de causa o consecuencia, sino como si estuviesen unos dentro de los otros, existiendo a la vez pero en diferentes planos, unos por otros, unos concebidos en otros y a la vez sostenidos por ellos, como si la memoria no fuese dar marcha atrás, sino simplemente mirar, sin orden, en todas direcciones".

Creo que le he cogido un tremendo cariño a Démades y disfruto con cada palabra suya cuando va relatando su historia con Dinarco. Es para mí una persona muy especial, imponente diría yo.

Con la parte de Alejandría empecé a sospechar (y no me he equivocado) que la novela iba a suponer para mí una de las lecturas más intensas que he hecho, y que el grado de disfrute iba a ser muy superior a cualquier cosa que haya leído (como así está siendo).

Al entrar de lleno en Qa'art Hadast, me acordé que tengo el CD de la banda sonora de Alejandro, de Vangelis. Así que decidí leer algunos trozos en casa oyendo esa música [...] y la verdad es una experiencia preciosa. Casi me parecía estar con ellos en esos locales bebiendo kefet (lo sustituí por unos chupitos de pacharán). A veces levantaba la vista de los folios y me parecía que iba a ver a Eudoxo con su caja musical, o a Démades arremolinado en el sofá con su jarra de vino y esa mirada tan intensa que a veces tiene (o siempre).

En toda esta parte (y quizá en toda la novela) veo esa idea de que no somos libres, de que creemos ser libres sin serlo. Esa vigilancia que siempre ha existido, poderes de ahora y de siempre, poderes sin caras pero que muchos sabemos que están ahí acechando [...].

Para mí, Apolonio sencillamente eres tú; así de claro lo tengo. No consigo ponerle otra cara, incluyendo tu forma de vestir actual, no consigo verlo vestido con ropa de la época, y al ser él tú y tú él, es el personaje que más conozco, es entrañable y me adelanto a veces a su forma de actuar, o cuando leo algunas de sus determinaciones entiendo que no podría ser de otra forma porque sé cómo es y qué haría [...]. Te veo en sus palabras, te reconozco perfectamente.

Me atrevería a decir que hay trozo en los que me veo a mí misma, hay cosas que leo con las que me identifico totalmente y con ello, me voy conociendo mejor. Como si hubiera partes de jí que aún no he definido y al leer tus palabras entiendo que yo soy así o he sido así. Como cuando sospecho cosas de mí y no se nombrarlas porque me faltan las palabras y aquí las encuentro.

Bueno, esto es un ejemplo: "Decía que nunca estábamos satisfechos con nuestras decepciones, que siempre continuamos escarbando en aquello que nos parece aún sólido y estable, siempre buscando una fisura, algo que nos lance de nuevo a ese océano de la inseguridad, que nos devuelva la duda, la necesidad de continuar interrogando a nuestro entorno, que nos reporte nuevamente excusas para la autocompasión, para la insatisfacción, para la búsqueda permanente ... que todos dejamos de ser cada uno para perdernos en aquellos que amamos".

Sigo con mi viaje.

Charo, 2010.



viernes, 24 de junio de 2022

111 años... última sincro-lectura: Sabato

Imposible no acudir a mi cita de cada año con Sabato y la noche de brujas.

Sabato hubiera cumplido hoy (o ayer) 111 años, un número irresistiblemente rocambolesco.

Y este año es especial porque Antonio Ñeco -autor de El Maestro de Casas Viejas- y yo hemos decidido abordar nuestra última Sincro-Lectura, que será, por supuesto Sobre Héroes y Tumbas.

Volvemos a caminar con Martin por Buenos Aires. Volvemos al Parque Lezama donde intuimos la presencia vaga de Alejandra. Volvemos a cabalgar con el general Lavalle. Volvemos a descender al mundo ominoso de los ciegos. Volvemos a hacernos las preguntas esenciales y a constatar que no tenemos respuestas...

Y eso es precisamente lo que nos mantiene escribiendo o pensando en escribir o decidiendo que vamos a escribir o aguantando el tirón de los acontecimientos cotidianos hasta volver a escribir...





miércoles, 22 de junio de 2022

El Segundo Río edición tapa dura ya a la venta


El Segundo Río
El Manuscrito de Apolonio
(Tomos I y II)






Un grupo de soldados llega a una playa desierta en el norte de Rodas. Son parte de las operaciones preliminares de uno de los más sangrientos asedios de la antigüedad dirigido por Demetrio, el hijo de uno de los generales de Alejandro. En las murallas, un joven aterrorizado contempla el comienzo de la invasión y decide huir en la noche bajo la lluvia.

Muchos años después, ese joven desertor, Apolonio de Rodas, será director de la Biblioteca de Alejandría y comenzará a escribir el largo poema que narra las aventuras de los argonautas mientras trabaja a petición del rey Tolomeo para descifrar una antiguo manuscrito. Durante su investigación descubre peligrosos secretos que lo obligan a huir de nuevo.

Regresa entonces a Rodas donde se encuentra con Démades, uno de los soldados que desembarcaron para preparar el asedio de Demetrio. Perseguidos por un enemigo inefable navegarán juntos hacia el este, hasta Cartago, donde sus destinos se cruzarán con el del estratega Amilcar Barca y su interminable lucha contra la república romana.

Démades y Apolonio emprenden entonces caminos separados: el primero hacia Roma, el segundo hacia Gadir, donde logrará terminar las Argonáuticas y encontrará las últimas respuestas a los interrogantes que lo han perseguido durante toda su vida.

El Manuscrito de Apolonio, escrito y re escrito durante cuatro décadas, es un viaje a la antigüedad en el que la historia se funde constantemente con la ficción y las obsesiones de su autor: la geografía mítica de Homero, rituales secretos, batallas sangrientas, manuscritos cifrados, bibliotecas perdidas, un mundo subterráneo que conecta tierras, ciudades, edificaciones ciclópeas como el Faro en la bahía de Alejandría o el Coloso en la de Rodas… una búsqueda sin fin hasta el final del mundo más allá de las Puertas de Briareo.




DESCRIPCIÓN

Edición tapa dura, Junio 2022
Dimensiones: 15,6 x 23,4
DOS TOMOS 424 + 339 = 763 pag.
Precio: 19 + 18 = 35 €
Envío gratis a España y Portugal
(Consultar en Amazon ofertas y envíos a otros países)

Enlace para pedidos

jueves, 9 de junio de 2022

El Manuscrito de Apolonio (edición en pasta dura)

Días intensos trabajando en la próxima edición en pasta dura de El Manuscrito de Apolonio, primera entrega de El Segundo Río, que estará disponible en pocos días.

Una cuidada revisión del texto que aparecerá en dos tomos con portada y cubierta fotografiadas, diseñadas y meticulosamente elaboradas por Lebasi, autora de casi todas mis portadas.

El Manuscrito de Apolonio es la autobiografía de Apolonio de Rodas, autor de las Argonáuticas y durante un tiempo director de la gran biblioteca de Alejandría fundada por Tolomeo.

Comencé a trabajar en este complejo proyecto en 1980. Desde entonces, el mundo de El Segundo Río es mi mundo interior, que camina conmigo a donde quiera que voy gracias al inagotable aliento de mi compañera, que ha soportado -y seguirá soportando- mis terrible momentos de dudas, de inseguridad, de terrores implacables, de debilidad del cuerpo y del alma mientras busco lo inefable.




El Segundo Río es un viaje iniciático que se alimenta de mi pasión por el mar y la navegación, de mi obsesión por los rollos y las escrituras desconocidas, de ls profundas inquietudes artísticas, filosóficas y espirituales del mundo antiguo, no del mundo histórico, sino del que ha creado mi imaginación y mi necesidad irrevocable de contar historias, grandes y pequeñas historias que se entrecruzan como los hilos de las alfombras tejidas por los amazigh.

Hace cuarenta y dos años que recorro islas desaparecidas, ritos primigenios, ciudades luminosas, bibliotecas fabulosas... la geografía mítica de Homero y los túneles secretos en los que sopla el aliento del mal.

El Manuscrito de Apolonio es el primer estrato desenterrado en esa búsqueda que continúa a pesar de todo, excavando en las profundidades de lo oculto hasta completar mi propia reflexión sobre la escritura y la existencia, sobre el pasado y la memoria, sobre el poder la dignidad y la resistencia.


Más sobre El Segundo Rió y el resto de mis proyectos literarios



jueves, 24 de junio de 2021

Con Sabato y Fuentes en la noche de brujas

23/24 de junio

Noche de San Juan. Noche de brujas. Noche mágica que rompe el tiempo y nos obliga a mirar a los cielos.

Hace 110 años que un día como hoy/mañana nació Sabato. Nunca olvidaré aquellas palabras suyas en Abaddón el Exterminador, confesando q2ue su madre no le contestaba con exactitud sobre su nacimiento, una duda que lo atormentó siempre y que atribuía a que su madre no quiso inscribirlo en el Registro en fecha tan aciaga.

Pasan los años y no me libro del fantasma de Sabato cada noche de San Juan.

El cuaderno se acaba y me deja el sitio justo para apenas dejar constancia de esa presencia.

Del mismo modo que Terra Nostra supuso un límite para nosotros hace tantos años, un Non Plus Ultra en la confusa, contradictoria, apabullante, irrenunciable, maldita tarea de la escritura, Sobre Héroes y Tumbas había significado otra clase de límite, otro nadir, otra última estación en la escalada a las montañas que tocan el cielo, otra última bajada infernal a los dominios subterráneos que queremos y no queremos explorar.

La noche de brujas nos reúne a las puertas de El Mundo Nuevo, un giro dentro de los laberintos inabarcables de Terra Nostra y una promesa de volver, de continuar las relecturas de los grandes, de los pocos que para nosotros serán siempre los grandes.



ERNESTO SABATO Y CARLOS FUENTES EN EXTREMOS OPUESTOS DE LA IMAGEN


NOTA ACLARATORIA (O QUE LO PRETENDE):

A. y yo descubrimos el Boom allá por 1979 de la mano de nuestro profesor de literatura Miguel Teruel y Gregorio de Tejada: Gabo, Donoso, Cortázar, Fuentes, Sabato, Vargas Llosa. Recientemente, en el curso de una conversación telefónica en la que nos e4sforzábamos por pulir una lista escueta de las mejores novelas que habíamos leído en los últimos cuarenta y tantos años, le propuse a traición y acepto de inmediato releer Terra Nostra -como ya habíamos releído no ha mucho Bajo el Volcán y El Obsceno Pájaro de la Noche. La macrometanovela-desafío de Fuentes había sido durante años nuestro templo de la escritura inalcanzable, tanto que el miedo a que sus columnas se resquebrajasen hemos permanecido apartados de ella durante cuarenta y un años. Y ahí estamos...



martes, 5 de enero de 2021

Que veinte meses no es nada (salvo medio centenar de libros)


Repasando las entradas de este blog acabo de hacerme consciente de que la última vez que hablé de mis lecturas literarias fue el 3 de febrero de 2019. Concretamente este post sobre Ordesa, de Manuel Vilas.
Eso supone 20 meses sin decir ni pío sobre lo que leo.




Y no porque no haya leído, sino debido a mi habitual pereza.
A ese "mañana lo haré" o "cuando pueda me pongo y echo la vista atrás"...
Pero a veces se pierden las impresiones que esas lecturas me produjeron.

Y ahora me encuentro, aquí en el cajón de mi mesa, un folio en el que he ido apuntando los libros leídos en esos meses:

Después de Ordesa empecé a buscar toda la prosa de Vilas.

No sé io en este orden, pero todo lo que pude encontrar lo devoré entre mayo y junio: España, Los inmortales, El luminoso regalo, Lou Reed era español, Alegría, Zeta y Setecientos millones de rinocerontes... una experiencia en el límite, Vilas.

Entretanto me alimenté de Vila-Matas (de a poquito) y se me cruzaron algunos libros menores:
El viajero más lento, de Vila-Matas
Días de Combate, de Paco Ignacio Taibo II
Carta sobre los ciegos para uso de los que pueden ver, de Mario Bellatín
La muerte blanca, de Eugenia Rico

Algo más de Bellatín (entresacado sin orden de su Obra reunida:
Salón de belleza
Efecto invernadero
Canon perpétuo


Dos libros exiguos de una autora totalmente desconocida que no he vueto a encontrar:
Letra muerta y Voces, de Linda Le

Y un recorrido de largo alcance con casi todo lo de Erri de Luca:
El contrario de uno
Montedidio
Aquí no, ahora no
Historia de Irene
En el nombre de la madre
La natura expuesta
El camino del soldado
Tú, mío
El día antes de la felicidad


Después, no sé cómo ni por qué, un salto a Stanislav Lem: Congreso de Futurología
Y la tercera temporada de Twin Peaks me llevó a La Historia Secreta de Twin Peaks y a una entretenida novela bélica de Mark Frost: El segundo objetivo
Otro salto a la ciencia ficción postergada:
La isla de cemento, de Ballard
En la tierra sombría, de Philip K. Dick

La dama del viento sur, de Javier García Sánchez, de quien también logré llegar a la mitad exacta de su El mecanógrafo. Me llevé Berlín Alexanderplatz, de Alfred Döblin a Friburgo y de regreso dos clásicos de la SF sesentera: Robert Silverberg (El libro de los cráneos) y Arthr C. Clarke (Cita con Rama).

Aquí se me cruzaron textos variopintos entresacados de mi biblioteca:
Retrato en sepia, de Isabel Allende; Madame Bovary, el Flaubert más Flaubert; La casa de los espíritus de Allende, el mítico y decepcionante  París era una fiesta, de Hemingway; un aperitivo de Murakami también decepcionante, After dark; y un rezagado de la SF: A la caída de la noche, de C. Clarke.

Y acabé con un sprint final de relectura de los grandes del boom: Márquez, Cortazar y Sabato:
Ojos de perro azul, el librito de entrañables ilustraciones Cortazar y los libros, más cuentos de Cortázar
la conferencia de Sabato en Oviedo en edición especial de la Universidad, y fragmentos de Abaddon y Rayuela.

Pasado un tiempo, y ya a las puertas del Año de la Falsa Pandemia, me leí 54, de los Wu Ming, comencé y no terminé El santuario inmortal, de Augusto Martínez Torres, y me despedí de la literatura con El consejo de Egipto, de Leonardo Sciascia y El cuaderno rojo, de Paul Auster.

Mi retorno tras once meses dedicados enteramente a investigar la falsa pandemia y escribir sobre ella se ha producido con El hacedor de silencio, de Antonio di Benedetto y El frío y Un niño, de Thomas Bernhardt.

Aquí dejo esta entrada atípica que poco dice de mis lecturas y que cierra una etapa.
Desde ahora prometo escribir sobre lo que lea.
Y lo primero será otro de los grandes libros de Cartarescu.




miércoles, 24 de junio de 2020

24 de junio 2020

Imposible resistirse.

He elegido el pasaje clave de Abaddón: "Salió a caminar sin rumbo" en el que S. termina transformándose en Vidal Olmos y las dos novelas se superponen como pieles irritadas y escarnecidas que se tocaran en una oscuridad sangrante.



La iglesia circular de la Inmaculada Concepción en el corazón del barrio de Belgrano, el nudo sabatiano del Universo de los Ciegos, el centro del laberinto de la escritura nocturna, el vórtice de los fantasmas y las obsesiones, el lugar al que conducen los caminos de Martín, de Bruno, de Marcelo, de Soledad, del propio Sabato... todos ellos y muchos más, como Fernando Vidal, como R., como el doctor Schneider, convocados una y otra vez por el fuego del dolor y la recreación en el que se consume la imagen de Alejandra caminando para siempre en la tarde del Parque Lezama.

Estoy en mi cafetería de siempre.

Sobre la mesa, el vaso de café ya vacío con las marcas de espuma cada medio centímetro, delatando las veces que me lo he llevado a la boca con esos círculos marrones imprecisos, y junto al vaso, el libro comprado en la InterZona en 1982, último año de mis estudios de magisterio, el año de Miguel Teruel y el los escritores del Boom: Cortázar, Donoso y Sabato, sobre todo, los escritores que marcaron la segunda herida de mi vida de escritor después de la primera con Poe a la cabeza de una legión nocturna.



Abaddón el exterminador. Edición de Seix Barral. Primera edición definitiva en Biblioteca Breve de la tercera edición argentina corregida y revisada por el autor en marzo de 1978. La enésima revisión definitiva. Bordes amarillentos. Reparado con cinta adhesiva. Esquinas deterioradas. Páginas manoseadas. Y sobre todo, esas ocho puñaladas cuyo autor nunca logré establecer y que traspasan con furia las primeras ciento veinte páginas, justo hasta la carta al joven escritor cuya copia me envió hace una eternidad el propio S.

Noche de brujas.
Noche de escritura para siempre.

viernes, 2 de agosto de 2019

Emociones a ritmo de jazz y oleaje

Un café frente a la playa. 

Entre mis manos, esa mirada inasible recortada sobre la luz de un patio y la imagen de un faro siempre majestuoso. 

Un olor agridulce se apodera de mí; el comienzo -pausado, pero persistente- de un firme fluir de imágenes sepia a ritmo de jazz. La escritura luminosa de Antonio Ñeco me envuelve...

Camposoto, el mar, Sancti Petri... paisajes que despiertan emociones casi olvidadas con un pulso contenido.


A medida que pasan las páginas -mucho más rápido de lo que quisiera- las heridas se abren. Lo que comenzó como sensación agridulce ahora empieza a mostrarse como ternura, dolor, inminencia de tragedias.

No es facil viajar al pasado, y menos aún encontrar el tono, el ritmo, el lenguaje adecuado para compartir ese viaje hasta el final. El maestro de Casas Viejas lo consigue magistralmente.

Unas pocas palabras rotundas, sin adornos, con el filo descarnado de su propio perfil son capaces de devolvernos la consciencia de la dignidad.

Y después... la caída, el cabo de Buena Esperanza, el abismo.

Entre tantos personajes entrañables, me quedo con Jonás...

lunes, 29 de julio de 2019

La música de Redención

He preparado una lista de reproducción con la música de mi novela Redención.
Creo que puede ser una experiencia aún más emotiva leer con banda sonora incluida y, en algunos casos, conocer directamente esos temas que marcaron los maravillosos y terribles meses en los que se desarrolla el relato.

Estos son los temas que suenan en cada capítulo:

Capítulo I
Goodbye for now / Stephen Sondheim (BSO Reds / Rojos)

Capítulo II
Marcha fúnebre de Sigfrido / Richard Wagner (El Ocaso de los Dioses)
And the band played Waltzing Matilda / The Pogues
Cantigas de Santa María, 77 / Alfonso X el Sabio
Jesse James / The Pogues


Capítulo III
A smile in a whisper / Fairground Attractions (Voz: Eddie Reader)

Capítulo IV
A Fairytale in New York / The Pogues
Cheek to cheek / Fred Astaire
Big Joe and Phantom 309 / Tom Waits

Capítulo V
Volver / Carlos Gardel

Capítulo VI
This side of the looking glass / Peter Hammill (Album Over)

Capítulo VII
Don´t love me / Coleman Hawkings (Album Today and now)


Capítulo VIII
A love so beautiful / Roy Orbison (Album Mistery Girl)
Misty morning, Abert Bridge / The Pogues

Capítulo X
My one and only love / Ben Webster y Art Tatum
Gone with the wind / Ben Webster y Art Tatum


Enlace a la lista de reproducción:
https://www.youtube.com/playlist?list=PLfjbsp48_oAGlHdSTlEoy_PXGrdfQ5yLi

Enlace a la novela en Amazon:
https://www.amazon.es/dp/1079319611

Página del autor en Amazon con todos sus libros:
amazon.com/author/jesusgarciablanca

Entrevista con el autor sobre Redención y mucho más:
"La escritura es un ritual sagrado"
https://kefet.blogspot.com/2019/07/la-escritura-es-un-ritual-sagrado.html