lunes, 2 de octubre de 2023

Lecturas de El Segundo río (2)


La primera entrega de El Segundo Río, El Manuscrito de Apolonio, tiene un largo recorrido desde que escribí los primeros textos en 1980. Y desde entonces ha ido reuniendo un puñado de lectores, personas cercanas que han tenido la paciencia y casi diría el arrojo de dedicar su tiempo a leer esas páginas paridas con placer y dolor que me han acompañado casi toda mi vida.

En algunos casos, esas personas me han hecho llegar sus comentarios sobre la experiencia de su lectura, palabras de apoyo o simplemente impresiones de un viaje que cada cual ha vivido a su manera.

Voy a continuar compartiendo fragmentos de esos mensajes que quizá animen a otros lectores a emprender ese viaje ahora que tras un duro y minucioso trabajo de corrección la novela está disponible públicamente.





Se hace difícil dirigirse así, sin conocerse en persona, e intentar expresar con palabras lo que nos hace vivir un libro, máxime cuando se trata de un libro como el tuyo que denota tanto trabajo interior y exterior, y un proceloso camino donde se van destilando poco a poco emociones, intenciones y pensamiento. Es tu mirada y son tus ojos los que se esconden sin duda detrás de unos personajes construidos con intensidad, esmero y casi podría decirse cierto dolor.

No sé realmente qué puedo decirte: si hablar de las influencias que gratamente traslucen tras la narrativa, o ahondar en el estilo denso a veces que rezuma entre las letras, con el que vas envolviendo al lector y sumergiéndolo poco a poco en la compleja trama, como si de unas arenas movedizas se tratase; no sé si tratar de la visión socio-política que parece subyacer en los planteamientos basales, si quedarme en una disección de la técnica fríamente hablando a través de la cual impregnas lentamente en el ánimo sensaciones y sentimientos.

Sin duda no soy el más indicado para hablar de todo ello en tanto en cuanto soy un simple lector "de la calle" y ni por formación ni erudición tengo potestad para defender mucho más allá mis impresiones, quién sabe si solo intuiciones.

Supongo que es mejor comenzar por decirte que me ha gustado mucho el libro a pesar de encontrar tramos donde se hace digestión más dura su lectura. También me es obligado advertirte que quizá en gran parte haya disfrutado con él al tratarse de una forma de escribir que me resulta cercana a mi forma de pensar, de ver ciertas cosas, de expresarlas. Tu libro para mí necesita de una segunda lectura en un futuro para poder interiorizar más aspectos sutiles que solo se pueden percibir con claridad cuando uno ya ha pasado por una lectura más avanzada.

Angustia. Confusión. Opresión, Dolor. Desasosiego. Oscuridad. Incógnita. Estupor. Ominosidad. Desesperanza. Búsqueda. Miedo. Son las palabras sombrías que están marcando todo el texto, la historia y la narración. Las que enmarcan un misterio, las que señalan los días de casi todos los personajes. Las que definen el espectro abominable e inasible que rodean y construyen el universo que describes. Y no están todas. El Horror. Recordemos a Coppola. Recordemos a Conrad.

Luz. Devoción. Escritura. Fe. Amistad. Búsqueda. Amor. Tesón. Esmero. Lucha. Mar. Fuerza. Son algunas de las que iluminan en breves destellos el texto permitiéndonos tomar aire, continuar vivos en el infierno, y a pesar de todo, e incluso como una ilusión pasajera, ser felices. Tampoco están todas: Leer.

Son dos ejercicios en cierto modo inútiles los que acabo de esbozar ya que siempre el tintero arroja más, ya que segundos más tarde siempre aparece otra más adecuada. Existe una constante desde la primera página y que conduces hasta el final, y es la sensación de persecución, del enemigo desconocido, del futuro incierto. 

No sé si has tenido la oportunidad de ver una película, Titus, altamente recomendable, impactante. Pues su banda sonora (Elliot Goldenthal) por momentos pareciera la más indicada a tu libro. Y por cierto la escucho de fondo ahora.

He visto trazas y aromas a escritores que aprecio mucho (en mi modesta ignorancia, ojalá fuese un entendido), entre ellos te citaría a Borges (sí, San Borges) y a otro ser celeste, Cortázar, y quizás a alguno más que no tengo base para sustentar. 

No quiero alargarme mucho más por no abusar de tu tiempo, aunque los avatares de Apolonio, Démades, Dinarco y los otros meritan de profundas disecciones.

Pero la noche avanza y la cerveza comienza a hacer mella.

Continuaremos hablando si tenemos ocasión. Un saludo y un abrazo.

Alejandro, 2008.



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