En este caso, a pesar de todo eso -o además de todo eso- nos regala algunas de las más penetrantes reflexiones jamás escritas sobre la lectura:
El libro es la ausencia del mundo. A la ausencia del mundo que es el libro se suma esa ausencia del mundo que es la soledad. El lector está dos veces sólo.
Quien lee a libro abierto, lee a mundo cerrado.
Una vez en la gruta el ojo único del lector lo más cerca posible del volumen, el ojo único se aniquila. El nombre del lector es Nadie.
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