¿Podemos sentir nostalgia de un mundo en el que no hemos vivido?
¿Podemos recuperar recuerdos que nunca nos pertenecieron?
¿Podemos intuir que se desbocarán nuestras pasiones entre azulejos multicolores y la luz mágica que se filtra desde pequeñas cúpulas de piedra milenaria?
¿Podemos abandonarnos a la memoria de una vida que no vivimos pero que sentimos como nuestra?
Estas y otras infinitas preguntas son las que Ozpetek nos lanza desde la ternura de su mirada, desde la música de timbales que resuena entre los viejos muros del hamam, desde la transfirguración de unos seres que acaban reconociéndose en el lenguaje de otro mundo, en sus sueños, en sus colores, en sus pequeñas casas y en las cúpulas majestuosas entre la bruma del atardecer azul... aunque la vida se escape derramándose como la sangre.
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