1.VII Hacia el este, a 200 kilómetros de Friburg
Carreteras desconocidas otra vez, aunque con un primer destino K como la otra vez. En ambos viajes, K como motor de arranque. PH/K y FK/K. Peter Hammill y Franz Kafka, las dos caras más conocidas de K en el mundo en el que vive mi yo escritor, y en el que —de haber sido las cosas de otro modo— viviría mi yo músico.
¿Cómo sería una obra compuesta por los tres? Mi yo escritor, mi yo músico y el sustrato senti-mental de ambos procurando poner orden para que surja la armonía.
2.VII A 100 kilómetros de Praga
¿Hay un instante preciso en el que la noche se transforma en día? ¿Lo hay? Y de haberlo, ¿es el mismo para todas las personas?
No hablo de coordenadas geográficas, sino de la percepción de cada cual de esa misteriosa transformación. ¿Cuál es la clave de ese misterio? ¿La luz? Sería injusto atribuirlo a una única causa, y peor aún a una causa tan escurridiza, tan inasible.
No. La luz interviene sin duda, pero apenas es la parte visible de un cambio invisible.
3. VII
Amanece en Praga 5.
4.VII Pragas 5
En pocos minutos, expedición a Praga 1 por fin, tras vueltas y vueltas por los distritos exteriores. No es fácil aproximarse a esta ciudad que ya era enorme en los tiempos de K... con los habitantes de los suburbios y siguiendo el libro de Salfellner se llegaba a 600.000 ¿Cuántos tiene ahora?
Otra vez aquí, en los círculos exteriores de Praga tras una cansadora expedición a Praga 1 sin plano ni demasiado google. Esta noche nos hemos organizado un poco y planificado recorridos con K como punto de partida.
5.VII
En un rato salimos hacia el corazón de Praha, en busca de rastros de K.
6.VII Klotařka
Ayer fue un día para K. Comenzando en el Museo y acabando en el lugar de su casa natal tras un recorrido por sus casas de infancia y adolescencia, el Instituto alemán y la Universidad. Todo ello en un diálogo callejero con Salfellner y sus fotografías de la época.
Aparentemente, el museo de Kafka es como todos los museos dedicados a grandes figuras de la cultura y el arte: copias o facsímiles de sus obras, ediciones si es un escritor, cuadros cronológicos, biografías, anécdotas representadas con más o menos fortuna, y espacios complementarios para tomar café, hacerse fotos o comprar el merchandaisin correspondiente.
¿Hay algo más horrible que el merchandaisin kafkiano? ¿Logré resistirme lo suficiente a ese espectáculo que hubiera horrorizado a K? Qué difícil es conformarse con los recuerdos que puedan quedar en tu memoria y renunciar a llevarse un mapa de Praha con los "lugares de Kafka"! Sabiendo que toda Praha —todo lo construido antes de K se fuera y mucho de lo que vino después— está impregnada de Kafka, y al mismo tiempo todo K está desparramado por estas calles de aroma imposible de describir.
Más allá de los famosos y bien establecidos itinerarios del Franz niño y jovenzuelo, más allá de esos pasos que separaban su casa de la escuela primaria, el Instituto o la Universidad, la figura encogida de Franz dejó su presencia fantasmal en todas las calles, en los puentes, en los parques, en los cafés... conocidos o no, mencionados en sus escritos o no: toda la Praha encerrada por ese brazo curvo del Moldava está llena de la elegancia un poco siniestra y un poco misteriosa de esa figura que imagino de pasos lentos, frágiles y envueltos en la luz crepuscular que descienden entre las torres y las fachadas.
Imposible volver a leer de la misma forma los escritos de K después de haber estado aquí, siguiendo sus pasos, pisando sobre sus pasos aún vibrantes, dejando que estas piedras te inspiren como lo hicieron con él... falta entonces una lectura más que no elegiré yo sino él, él y esta ciudad inolvidable.
6.VII
Tarde lluviosa. Klotařka.
Echo de menos las torres del puente Karlos, el Moldava, la piedra húmeda, los edificios monumentales de la Plaza de la Ciudad Vieja.
Con solo una vez que camines las calles de los distritos centrales de Praha, algo se te mete dentro y —como decía K— se aferra a tus entrañas como garfios que no te dejan ir. Y sufres una nostalgia temprana que crece con los días, y supongo que crecerá aún más con los años.
7.VII
Por la noche. Klotařka.
Extraña sensación el contraste entre el K fantasmagórico con el que llevo años dialogando, y el K real —desaparecido ya pero real— que caminaba estas calles, que entraba en estos edificios que llevo dos días recorriendo, que miraba estas fachadas, estas torres, este cielo y esta agua bajo los puentes. El K que sigue caminando Celetná, Pařížská, Dlouhá o Bilkova, se superpone con esa imagen suya que me había hecho en la distancia, en una memoria inexistente, en fragmentos de diarios y cartas.
Los dos K caminan a un tiempo, moviéndose como un solo ser, deteniéndose a mirar las mismas fachadas y balcones.
8.VII KK
Todo se impregna de K.
Las iniciales de este distrito, y por extensión de la parada del tranvía, son dos K. Escribo en el pequeño cuaderno K que compré en la librería El Tiempo Perdido, pequeños textos —diminutos textos— sobre K.
Lo imagino caminando con paso decidido pero relativamente lento, como quien sabe a dónde va pero no tiene prisa y quiere disfrutar del camino. En este caso, el camino es parte del adoquinado de la Plaza de la Ciudad Vieja, la calle Celetná que se curva lentamente permitiendo ver cómo aparece al fondo la Torre de la Pólvora, y la calle Hybernská hasta el Café Arco, donde aún no sabe que encontrará a Milena Jesenská y una tormenta en su vida y en su obra —¿Existe alguna diferencia entre ellas?
9.VII
Desde el 3 de julio —fecha en la que se cumplen 141 años de su nacimiento— me despierto cada mañana en la ciudad de K, abro uno de los dos cuadernos que he traído conmigo en este viaje, y escribo. Escribo amparado por su presencia, que se hace más intensa cuando subo al tranvía que me lleva al corazón de la Staré Město.
10.VII Noche en KK.
¿Cómo se siente uno atravesando cada día de su infancia estas maravillas arquitectónicas? ¿Qué provocan en la sensibilidad o en la imaginación? ¿Y cómo sería el sentimiento de pérdida de esta belleza interminable?
11.VII
La visita a las tumbas de los grandes escritores es una práctica habitual —quizá más propia de otros escritores que posteriormente son también visitados en sus lugares de enterramiento.
¿Para qué visitar la tumba de un escritor? se preguntaba Sabato. ¿Qué nos atrae hasta allí a veces atravesando miles de kilómetros como hizo él con Hölderlin. ¿Un último adiós que no pudimos darle en el momento de su fallecimiento? ¿Una señal de respeto y admiración que esperamos atraviese el tiempo y el espacio para llegar de algún modo a ese ser que queríamos sin haberlo conocido en persona? ¿Un intento de impregnarnos aunque solo sea mínimamente de su grandeza o de otras cualidades suyas que celebramos y nos gustaría tener o acercarnos a tener?
En el caso de Kafka es toda la Ciudad Vieja de Praha la que está impregnada con esa materia etérica o contradictoriamente inmaterial que dejó su paso por la ciudad en el puñado de casas en las que vivió, en sus lugares de trabajo o diversión, y en las redes que los comunican y quizá los conectan con lugares desconocidos o recorridos al azar en sus meditaciones.
¿Por qué ir entonces hasta el nuevo cementerio judío a buscar su tumba? ¿Qué necesidad de repetir ese itinerario final de su vida, esa última ruta más allá de Staré Město?
13.VII
Décima mañana en Praga, en el distrito 5 donde aparcamos la furgo desde que llegamos, y desde donde iniciamos todas nuestras expediciones a la parte vieja de la ciudad y sus emplazamientos K.
25.VII Palo Verde. Ciudad Nueva.
Mientras averiguo lo que estoy escribiendo, sigo escribiendo.
Hoy hemos visitado las tumbas de cuatro personas especiales: los famosos músicos Dvorzak y Smetana, y dos escritores poco conocidos fuera de Chequia: Jean Neruda y Karel Čapek, el "inventor" de la palabra "robot" en su acepción SF, y autor de La Guerra de las Salamandras.
Todos ellos enterrados con honores y auténticos alardes de imaginación en el cementerio de Vysehradd junto a su catedral gótica.
En estos lugares se agudiza el sentimiento de levedad del ser, de brevedad de ese tiempo del que disponen los creadores.
26.VII
Atrapados en Praga entonces. Si en algo estamos de acuerdo M y yo es en eso: atrapados en Praga. Jamás pensé que la famosa frase de K iba a convertirse para mí en una realidad intensa, presente, absolutamente ineludible. Las garras de Praga nos dejan llegar hasta aquí, hasta este lago rodeado de árboles, pero no más allá. Lo justo para dormir a salvo y hacer algunas compras.
Pero al día siguiente, o como mucho a los dos días, nos arrastra de nuevo, nos obliga a subir al tranvía que corre a toda velocidad hacia diferentes lugares de la Ciudad Vieja o de los alrededores en Praga 2: plazas, torres, calles empedradas, iglesias, palacios, balconadas, gárgolas que desafían el vértigo.
La Praga de Kafka, de Čapek, de Baum, de Meyrink, de todos esos artistas retorcidos, buscadores del meollo de la vida, del arte, vive, asoma su belleza por entre la ciudad actual, incluso vence a la invasión de los turistas y permite al viajero más reposado contemplarla, sentirla, y quién sabe, llevarse consigo un trocito de ella para tenerla siempre presente.
27.VII
Poco a poco se va desvelando la trama que ocultan estas frases en apariencia inconexas. Es preciso concederles su tiempo, su lugar en estos párrafos, en estas hojas que van llenándose con la Escritura K en la ciudad de K, una circunstancia que quizá no vuelva a repetirse y que por tanto hay que apurar hasta el fondo mientras sea posible.
29.VII
Comienzo el ritual de la mañana en la furgo moliendo café.
Después me quedo esperando la decisión de la Kamira: ¿me preparará ese café noventa por ciento de crema que ya disfruto con ver cómo se hace? Cada vez con más frecuencia la respuesta es sí, y escribo en este cuaderno y en el cuadernito de El Tiempo Perdido acompañado por la visión y el sabor de esa taza de crema inigualable.
Después, M y yo planeamos el día —aunque no sé para qué, porque con frecuencia terminamos haciendo otras cosas que van surgiendo en nuestro deambular por Praga. Ponemos un poco de orden en nuestros dos metros cuadrados de vivienda y cogemos un tranvía hasta Malostranské Náměstí o hasta Národni Divadlo o hasta la inmensa Václavské Náměstí...
Lo que viene después, como he dicho, es imprevisible: librerías, callejuelas empedradas, fachadas que nos retuercen el cuello, la caza desesperada de fotografías entre el gentío y los coches, una jarra de medio litro de cerveza checa, puertas de iglesias o palacios, el descubrimiento de un nuevo puente sobre el Moldava, de un nuevo parque, de una nueva isla que parece navegar bajo el cielo de un azul luminoso que obliga a bajar la vista.
Hoy se cumplen 26 días aquí, y nos quedan muy pocos para terminar de beber el juego de esta ciudad y cerrar esa comunicación con K que me ha permitido encontrar palabras inadvertidas, miradas insondables, caminos para afrontar los años de Escritura K que aún tengo por delante.
Cavarna Slavia.
La visita a la tumba de K ha marcado un momento-frontera en mi visita a Praga. La diferencia con el resto de las visitas es que en aquellos lugares había estado K; en este lo está. Ese presente continuo me ha inspirado mi particular ofrenda que he depositado en la lápida bajo una piedra:
Así acaba un recorrido lleno de emociones que comencé el 3 de julio acompañado de mi fotógrafa Lebasi cuya misión ha sido no solo recoger momentos mágicos sino crearlos y prolongarlos. Esos momentos han ido presentándose sin orden, sin preparación, sin alternativa. He ido saltando de fotografía en fotografía rodeado del aura K que él fue dejando sin proponérselo en estos espacios en los que imaginó sus historias.
Este último ha supuesto el trayecto más largo desde nuestro campamento, una desorientada búsqueda en el enorme cementerio judío en Novo Město, hasta llegar a un inesperado cartel que indicaba: "Dr. Franz Kafka 250 m". Así de sencillo y brutal.
Hemos mirado fijamente la tumba, la columna grabada, los bolígrafos que un puñado de gente ha dejado en señal de comunicación espiritual, las piedras grabadas, alguna flor ya mortecina.
Hemos llorado por dentro, el bosque nos ha envuelto en su melancolía, y hemos leído el obituario de Milena —lo ha hecho M; yo no he podido.
Se acabó.
Punto final a la Praha de K.
¿Volveremos?
Fotografías: Lebasi
Tomadas en el pasillo principal del Hotel Century Old Town que actualmente ocupa el viejo edificio del número 14 de Na Poříčí en el que se encontraban las oficinas del Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo del Reino de Bohemia en el que Kafka trabajó durante años.