Quizá las manos de Jordi Savall acariciando una viola en los altavoces de mi estudio...
Quizá la promesa de voluptuosas emociones contenidas en breves trazos.
Quizá esa estructura a la manera de los trípticos en la que se recorren tres épocas y lugares distantes.
Pero Quignard no es -aquí- un narrador total como prometían sus analistas.
Quizá tarde en volver a él.
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