5 de noviembre, 2018.
PH cumple 70 años.
Yo lo escuché por primera vez un día impreciso de 1977.
Durante una de mis habituales expediciones en busca de libros y música, encontré, en una estantería de Almacenes Mérida, en Algeciras, un disco cuya portada me atrajo con enorme fuerza: un hombre apoyado en el lado izquierdo del alfeizar de una ventana frente a una guitarra tipo Gibson negra con un fondo de paisaje borroso interrumpido por una pegatina circular: "lead vocal Van der Graaf Generator".
Ese mismo día había comprado unos auriculares, de modo que cuando volví a casa decidí probarlos con aquel disco y sin advertirlo puse la cara B. Aquel error hizo que las primeras palabras que escuché en la voz de PH, sentado en el suelo del salón de mi casa de la Calle Alemania donde tenía mi equipo de música, fueron "The stars in the heaven still shine", así, sin ningún instrumento, pronunciadas por esa voz que rasgó todas las capas de mi piel, que se abrió paso a través de la carne, del cerebro, del oído y del corazón, y ahí se quedó para siempre.
Esa voz que me acompañará, que me ha acompañado durante 40 años, susurrando y gritando, alentándome en mis tristezas, descubriendo mis desesperaciones, acompañándome hasta el fondo del abismo.
Demasiadas canciones para elegir una. Demasiadas palabras para recoger aquí algo que que trasmita la fuerza arrolladora de su personalidad. Demasiados momentos compartidos para contarlos, para aproximarnos a su significado. Simplemente no podría entender una parte importante de mi vida sin PH, sin K, sin esa capacidad creadora que tanto me ha dado, sin esos dedos temblando entre las teclas del piano o aferrando y destripando una guitarra, sin esa voz imposible de describir con palabras, esa voz que vibra con las frecuencias secretas y profundas que nos conectan con las emociones, con los miedos, con las inquietudes, con los interrogantes... con la vida.
He dicho que no puedo elegir una canción. Sí que puedo, para siempre... Refugees.
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